Existe un debate entre aquellos artistas del tatuaje que denominan a las personas como "lienzos" quienes portan la cuasi-perfección de su trabajo; y quienes consideran que son los clientes que deben tener la última palabra en cómo debe diseñarse un tatuaje, aunque al final no tenga mucha sintonía con la estética.
Es decir, en el trabajo cotidiano de los (as) artistas del tatuaje, surgen interrogantes tales como ¿tiene derecho un artista a modificar por completo el diseño que de inicio le presenta su cliente por considerar que no está a la altura de su calidad artística? ó ¿hasta qué punto el cliente debe escuchar la guía artística de su tatuador(a), dejando de lado quizá elementos importantes que había visualizado en su diseño?
Lo cierto es que la industria del tatuaje es mucho más complejo que lo que una aguja, tinta y piel pueden implicar en sí mismas. El/la artista del tatuaje se enfrenta cotidianamente a debates dentro de su gremio, cosigo mismo(a) y con su clientela sobre cómo equilibrar las situaciones extraordinarias que acotecen día a día.
Lo cierto es que el tatuaje no sólo es una industria que produce bienes y servicios, sino una vocación que implica acompañar al cliente durante su doloroso proceso para lograr consolidar significados de vida en su piel, se celebrar o dejar ir, de recibir o despedir... y eso es un trabajo de humano a humano... donde la única barrera entre una persona y la otra es esa piel que habrá de decorarse.
Entonces ¿el tatuaje a quién le pertenece?... mi forma de resolverlo es intentar conectarme con la experiencia personal de mi cliente, no importa que el motivo de su tatuaje sea méramente estético...siempre hay un proceso personal que te lleva a elelgir cada diseño y lugar del cuerpo.... y luego una vez terminado le entrego ese conjunto de colores y sombras que se transforman en un significado que llevará consigo a todas partes... entonces lo compartimos... yo en autoría y el/ella en propiedad y experiencia...